A Sofía Loren se le reconoce como una leyenda vive del cine, pero además fue una pionera en el amor propio, mucho antes de que toda esta revolución del ‘body positive’ ocurriera.
La actriz es una de las mayores exponentes de la belleza clásica italiana, y se le adjudica una frase célebre que resume el sentir de las sibaritas, amantes de la buena comida: “Prefiero comer pasta y tomar vino que ser talla cero”.
En un mundo en el que las mujeres delgadas han sido el estereotipo de lo que es lucir bien, Sofía Loren arrasó con sus curvas, su naturalidad y su actitud.
De su gran pasión por el cine también pasó a ser conocida por su amor por la cocina. Ha publicado varios libros exitosos, en los que detalla manjares italianos. Siempre desde la visión de poner amor en cada plato, no contar las calorías.
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Su reinvención ha sido la prueba de que la vida es eterna mientras dura. “Nací sabia. Con la sabiduría de la calle, la sabiduría de la gente, la sabiduría de mí misma. Esa sabiduría fue mi patrimonio”, comentaba en su autobiografía.
De la pobreza a la cima del cine
En efecto, nació pobre y pasó mucha hambre. Creció en los años de la Segunda Guerra Mundial, y en su adolescencia, sus compañeros la molestaban y le decían “palillo” por su delgadez.
Fue abandonada por su padre, y aprendió muy temprano el significado de trabajar. “Yo era la cabeza de familia. Era el marido, que iba a trabajar todos los días. Mi madre era la esposa, y mi hermana pequeña, era la niña”, expresó.
Fue descubierta por su esposo, Carlo Ponti, quien la bautizó como Sofía Loren, y después llegaron sus primeros papeles de renombre internacional.
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Aunque por ser extranjera y tener un cuerpo diferente, podía haber sido señalada, ella explotó esas diferencias a su favor. A partir de allí, ganó dos Oscars y se volvió la diva italiana por excelencia, un símbolo sexual.
Siempre muy segura de su cuerpo y su talento, ha sido una inspiración para varias generaciones de mujeres. “Siempre he esperado mucho de mí mi misma y, si fallo, me fallo a mí misma. Así que el fracaso o el infortunio no me causan resentimiento, porque nunca culparía a los demás”, expresó en sus memorias.
Allí también declaró que no le preocupa la edad, las arrugas o las canas. “Envejecer puede ser agradable, e incluso divertido, si sabes cómo emplear el tiempo, si estás satisfecho de lo que has logrado y si sigues conservando la ilusión”.