Le conocen simplemente como María Eugenia. Esta maestra argentina de 50 años camina cinco horas en la provincia de Salta para dar clases a 11 niños que no tienen acceso a electricidad e Internet. Para ellos, las clases virtuales no son posibles.
En este último año de pandemia, las dificultades para acceder a la remota población de Sala Esculla, en Salta, ha hecho que la educación de los niños sea una odisea.
A más de 3 mil metros sobre el nivel del mar y con una fuerte temporada de lluvia y aludes, ir a la escuela Fray Bartolomé de las Casas ya era difícil, pero con las restricciones por el COVID-19 el reto es aún mayor.
Los chicos han perdido todo un año de clases, aunque la localidad es tan remota que allí no se ha presentado ni un solo caso.
La maestra argentina dice que allí no existe Zoom
Mientras en las ciudades los padres han tenido que adaptarse a las clases virtuales, en poblaciones rurales como esta los representantes de los niños no tienen ese privilegio.
No solo por la falta de servicios básicos, sino porque la mayoría trabaja labrando la tierra y criando animales, y no tienen el tiempo disponible para hacer tareas con sus hijos. Así lo informó la propia maestra argentina en entrevista con TN.
Por esa razón, la docente viaja unas cinco horas a pie para dar clases a 11 niños entre 4 y 11 años que se concentran entre la sede de la escuela y un anexo. Junto a otros cuatro educadores, les enseña inglés, deporte, arte, lectura.
El amor de la maestra por su trabajo nació desde que fue enviada a trabajar a Salta al principio de su carrera. Luego se fue a la ciudad, y allí se desempeñó en varias instituciones públicas y privadas, pero los niños de esa comunidad rural le quedaron en el alma.
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Por eso decidió volver, esta vez como directora. La escuela ya había cambiado, pues tiene paneles solares para generar energía eléctrica. Hay cocina para prepararle comida a los niños. “El agua sale de una vertiente del cerro y llega a la escuela a través de una manguera de 2000 metros. Como tampoco tenemos gas, calentamos todo en fogones. Inclusive los chicos, como no hay duchas, se bañan con tachitos”, explica la aventurera profesora.
Actualmente, piden la construcción de una carretera que alivie las 16 horas de camino que separan a esta comunidad de otras poblaciones. Quizás así María Eugenia pueda volver a estar con su otra familia: sus cuatro hijos, a quienes ve pocas veces por las dificultades de comunicación.