Un nuevo estudio de la Universidad de Sevilla reveló que la soledad y el aislamiento social tienen una relación directa con la disminución de las capacidades físicas.
La investigación siguió durante más de 9 años a más de 2 mil personas para investigar las consecuencias de la soledad. Por esta razón aclaran que los alcances de los resultados exceden las restricciones forzadas por la pandemia de COVID-9.
Antes del aislamiento social por la pandemia ya millones de personas se enfrentaban a la falta de compañía. “La soledad es la nueva epidemia”, advierten autores del estudio. Y esa realidad afecta principalmente aquellas de la tercera edad.
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Uno de los primeros síntomas del debilitamiento físico es que se empiezan a caer las cosas de las manos o son más frecuentes las caídas. Pronto, esta degeneración continúa hasta ser discapacitante, advierte la publicación. La situación empeora cuando la persona tiene condiciones previas, como diabetes.
Entre las causas se encuentra el hecho de que las personas con mayor actividad social o con pareja son menos sedentarias. En cambio, hay una serie de problemas salud asociados al sedentarismo que se potencian en soledad.
El aislamiento social mata
Las conexiones sociales, a través de un mayor control social y sentido de pertenencia, promueven otros comportamientos positivos. Un ejemplo es pertenecer a un club de amigos donde se motiva el ejercicio o una dieta saludable. Esto potencialmente desacelera el deterioro físico asociado con el envejecimiento.
“El aislamiento social también puede tener un impacto negativo en el funcionamiento físico a través de la desregulación de varias respuestas psicobiológicas, incluidos los procesos inflamatorios o neuroendocrinos”, explican los especialistas.

Por último, la soledad, un fenómeno distinto pero relacionado con el aislamiento social, puede exacerbar las vulnerabilidades existentes relacionadas con la salud. Esto ocurre a través de conductas de mala salud o a través de canales cardiovasculares.
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El estudio aboga por resaltar “la importancia de incorporar estrategias para reducir el aislamiento social en las políticas dirigidas a promover un envejecimiento exitoso”.
Señalan que “dadas las tendencias mundiales en el envejecimiento de la población y la aparición del COVID-19, es probable que el aislamiento social entre los adultos mayores se convierta en un problema social más prevalente y oneroso en los próximos años”.
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